¿Quién vive?

Sample from the Horse in the Kitchen translation in progress

¿Quién vive?

Translated by Patricia Padilla

Me desperté al sonido de unas voces.  Abrí los ojos, y vi un cielo lleno de estrellas sin tener idea dónde estaba.  Oí una voz desconocida y dirigí mi mirada.  Con la luz de la luna, podía ver la sombra de un hombre con sombrero ancho sentado  a caballo.  En una mano se veía la sombra de un rifle que apuntaba hacia un hombre, que luego reconocí como mi papá, sin calzones, parado delante del caballo.  Ahora me acordé dónde estaba.  Tenía cuatro años, y mi familia se había mudado a San Cristóbal el día antes.  Mi papá había comprado una casa a la orilla del pueblo, pero estaba muy sucia y hacía mucho calor para dormir dentro, y por éso estábamos durmiendo en el piso afuera.  No tenía ninguna idea quién era el hombre a caballo, o por qué estaba amenazando a mi papá.

Mi papá habló.  -Te digo que no sé dónde puedes comprar res para tus hombres.  Acabamos de llegar aquí ayer, y no conocemos a nadie.-   

Oí un caballo bufar cerquita, y cuando miré, vi las sombras de hombres a caballo.

-No me mientes, hombre,- dijo el que tenía el rifle.  -Necesitamos comida.  Pagaremos por el res.-  No bajó el rifle. 

-Mira,- dijo mi papá, -todas nuestras posesiones están en la carreta. La casa no tiene ni puertas ni ventanas.  Está vacía.  Acabamos de llegar.  No conocemos a nadie aquí.-

El hombre permaneció inmóvil sobre el caballo, como si estuviera helado o hecho de piedra.  Ahora yo podía sentir la tensión al notar que el resto de la familia estaba sentada tiesamenta bajo la luz de la luna.  Sólo Ernesto, el más joven, permaneció dormido.  Al moverse en la silla, el hombre seguía apuntando el rifle a mi papá.

-¿Quién vive?- le preguntó, su voz callada y amenazante.

Mi papá lo vio sin responder.  Era una pregunta peligrosa, una pregunta literalmente de vida o muerte.  Le preguntaba a cuál lado de la revolución daba su lealtad, o a Villa o a Carranza.  En la oscuridad no se podía juzgar a quién estos hombres seguían.

-Míranos,- dijo mi papá.  -Somos gente humilde tratando de ganar sueldo. No sabemos nada de la política o de esos asuntos.-                                                                                                                                

-¿Quién vive?-  repitió.  Esta vez su voz no sonaba tan tranquila.

-No sabemos nada de la Revolución.-  La voz de mi mamá se oyó en la oscuridad.  -Éstos son tiempos difíciles, y debemos dar todo el tiempo y fuerza a dar de comer y preparar hogar para nuestros hijos.  No sabemos quién está peleando con quién.  Sólo esperamos la paz.-

El hombre a caballo volteó la cabeza hacia la voz, pero no movió su rifle.  Volvió a ver a mi papá.  -¿Es está tú mujer?- 

-Sí.  Ella es la madre de mis hijos.-

Él quedó inmóvil sobre el caballo, como si estuviera pensando de algo problemático.

-¿Qué hacemos, Jefe?-  preguntó uno del grupo parado al lado, queriendo saber qué deben hacer ahora.

Su jefe se movió rápidamente, alzó el rifle en su bolsa y cogió las riendas. 

-¡Vámonos muchachos!-  Se volteó y se paseó hacia el pueblo, seguido por sus tropas.

Todos nosotros permanecimos inmóviles, viéndolos desaparecer en la oscuridad.  Mi mamá descansó la cabeza en las rodillas, totalmente exhausta.  Mi papá se volteó y caminó hacia nosotros.

-¿Está todo bien ahora?-  le pregunté.  Papá se agachó, me cogió y me detuvo.

-Sí,- dijo, -todo está bien.  Todos cobíjense and duérmanse.-  Me acostó y me cobijó con la frazada.

          Me tardé mucho para dormir.  Por fin me dio sueño, al oír los susurros intensos de mis padres.

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